lunes, 16 de mayo de 2011

Perverso y Cruel.-

Y nos propusimos un juego perverso, a ver quien era mejor en esto de dañar al otro. Tomaste mi columna por la espalda y la arrancaste en un solo tirón salvaje, vertebra por vertebra brotaron de mi piel... y de soslayo entonces me ví sin la base! sin la estructura que podía sustentarme. Pero de qué importa realmente el juego? si suficiente teníamos con odiarnos y mentirnos, claramente me dí cuenta que tenía un poco de desventaja en este juego, pero traté de ponerme rápidamente en primera fila, no podía ya dejarme inmolar claramente por esto.... el sentido de la batalla se perdió, pero la guerra por la sobrevivencia dió pie al intento de re- vivir alguna véz, después de que esa vez incrustaste tu avido cuchillo infame y arrancaste mi corazón, lo busqué por todas las calles de Santiago, pero en todas partes me decían no haber visto un corazón con tales características. (El problema fue que la ciudad estaba repleta de corazones rotos, era dificil reconocer el mío) Finalmente en un descuido de las calles, lo encontré agujereado y herido en un rincón entre Av. Irarrazabal y Seminario (no sé en que momento llegó a parar ahí), lo llevé de vuelta a una reparadora de almas rotas y dispusieron a coserme el pecho luego de esta pérdida encontrada.
Nos dispusimos a un juego violento, claramente tú llevabas la delantera y no sé en qué momento la vida se volvió nefasta. Pero sin embargo pasó que un día, luego de tu última embestida en que los azulejos de los pies se vieron desaforados, ese día en que los vidrios de las ventanas cayeron anquilosados, ese día en que la tierra rugió muy de adentro, ese día: yo gané.

2 comentarios:

  1. Buen final, suele suceder el que ríe de último ríe mejor.

    Besos.

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  2. Vaya se gana de muchas formas. Lamentable tanta violencia en una guerra, pero así son supongo que ya se ha comenzado a restaurar los daños ocasionados.

    Me ha encantado la entrada, sobre todo el final, corta la respiración por un momento y deja pensando en un punto de reflexión.

    Abrazos inmensos.

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